miércoles, 1 de marzo de 2006

8 de octubre

Tuve amigas de adolescencia
con ese extraño pesar en los ojos
de conocer la vida demasiado;
de aventurar una razón inconclusa;
de conocer el sexo diario y
prematuro.

"Tengo novio!", decían
y perforaban sus pezones.
Una mano masculina
caliente y masculina
que día a día
acariciaba sus carnes blancas,
amasaba sus nalgas,
les robaba la inocencia.

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