A veces leo el diablo en las caras de la gente.
Desde ese momento no hay punto de retorno:
van convirtiéndose en trolls
que pierden la humanidad con cada mueca.
Saltan y ríen
haciéndose pesados sobre nuestros hombros,
sobre nuestras manos que no saben qué las sujeta;
y leo en sus saltos cansados, en sus lenguas
Que algún día fueron altos y ligeros
Y se movían gráciles, amando y flotando sobre todos nosotros.
domingo, 18 de noviembre de 2007
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